Martes 05 de febrero de
2013, Trindade. Paraty. Brasil
Estamos en el Hostel Sea
& Forest. Llueve. Llueve y para. Llueve de nuevo. En fin, nunca sentí
tanta humedad en mi vida. Cuando sienta humedad en Buenos Aires, me voy a
acordar de este lugar en plena selva… fucking
rain forest.
Lucho está preocupado porque su mamá está preocupada, no
tiene crédito y no pudo mandar un SMS. Ahora está leyendo un libro de no sé qué
historias de hace mucho tiempo y yo le acabo de leer las primeras líneas de
esta crónica.
Siento la humedad en mi espalda porque estoy apoyada contra
una pared de nuestra habitación. No es pequeña, pero tampoco grande. Tiene una
cama matrimonial puesta en unos tablones. Aquí todo es de madera. El techo
inclinado hizo que mi hermoso marido se dé unos golpecitos por la noche.
Él sigue preocupado por la comunicación en este lugar, que
es pésima. Por mi parte, me sumerjo en pensamientos más profundos: “qué plato
de peixe comeré esta noche”.
Quizás lleve conmigo algunos kilos de más, pero valen la
pena… correré y me cuidaré del todo en Bs. As. Allá también tendremos que
ahorrar bastante, nuestra amiga “inflación” hace que nos pongamos a dieta
obligatoriamente.
En el hostel escuchamos continuamente frases en inglés,
alemán, portugués y alguna que otra en español. Somos un grupo de varias partes
del mundo y de diferentes edades. Hay algunos de Austria, Finlandia, Israel,
Australia, Italia, San Pablo, Río de Janeiro, La Plata, Francia y nosotros de
Capital Federal. Les puede parecer divertido, pero el oído se cansa de escuchar
otros idiomas, el cerebro trabaja el triple. Ayer, les hicimos una cuasifiesta
a los chicos argentinos que encontramos. ¡Al fin hablamos en español! ¡Qué
alegría!
Compartimos unas birras y anécdotas del viaje. Como que nosotros
llegamos diez minutos tarde al colectivo Costa Verde en Río de Janeiro que nos
llevaba a Paraty. Pero al parecer, justo se retrasó el micro y nos subimos.
Pero antes de eso, para llegar a la Rodoviaria
(la terminal), hicimos el viaje en taxi más cristiano del mundo: rezando a
pleno para que algo milagroso suceda y atravesemos el tránsito carioca que nos
tuvo a mal traer.
Una vez en Paraty, comimos un salgado con suco de caju y esperamos un bondinho que nos trajo a Trindade. Hermosos los paisajes desde que
salimos de Río. Pero la peor travesía fue al final, cuando al estar más cerca
de Trindade empezamos una ruta serpenteante y curvilínea, en bajada y a toda
velocidad. Dios bendiga al chofer. Llegamos sanos y salvos, pero en algún que
otro momento temí por mi vida.
Trindade es un pueblo de pescadores y turismo hippie loco,
por lo que pudimos notar. Está lleno de pousadas
y restaurantes varios. Las playas son preciosas, desérticas y de agua tibia.
Lástima que no pudimos disfrutarlas por completo porque el clima no nos
acompañó.
Creo que mañana será mejor, saldrá el sol y podremos
disfrutar mucho más de este lugar divino al que vinimos a descansar de la gran
ciudad.
Después les cuento cómo estuvo la cena.