miércoles, 15 de julio de 2015

Rita



Rita se levantó esa mañana, se hizo un café con leche, dos tostadas y prendió el noticiero para ver la temperatura. Siempre protestando, por supuesto, porque no logra explicarse el tiempo que le dedican al clima en un canal de televisión. No en uno, en todos, mejor dicho. El tiempo es oro, pero ella nunca vio un peso. Se apuró a terminar el café con leche. Abrió la ducha, esperó que se caliente el agua, mientras tanto preparaba las toallas con las que se seca el cuerpo y el pelo. Todo rápido, porque ¿qué pasaría si pierde ocho subtes?, como suele ocurrir en Buenos Aires, ¿a qué hora llegaría, qué le dirían sus compañeras, su jefe, qué desastre se aproximaría si ella no sale a tiempo de su casa, no llegaría la ayuda a Haiti? Agotador, ¿no? Rita vive así, apurada, corriendo para llegar de un lugar a otro. Piensa que si algo de lo que ella se propone no se cumple lo malo va a ocurrir: sea salir a las 8:16 a.m. o lavar todos los platos con mucha espuma o ponerse las botas correctas.



Pensamientos abrumadores, ramitas que le crecen entre las neuronas y le salen hojas, algunas hasta tienen flores. Así vive, pasan los días y se empieza a sentir un poco decaída, le duele la panza, la cabeza, no duerme. Rita somatiza. Todo lo que le cuentes le atraviesa el cuerpo, no puede pasar un día sin un pequeño dolorcito. Si tenés la suerte de que sea tu amiga, todo lo que le cuentes ella lo imagina y tridimensiona con efectos especiales y todo. Es divertida, dentro de todo.



Un día la hermana le contó una anécdota. Rita sin escuchar del todo la situación –porque además ella tiene ansiedad-, comenzó a dar consejos, avisos, llamados de atención para su amiga que tan solo le contaba una pelea casi normal de cada día. Rita aconseja. No puede pasar un momento sin meterse y dejar su legado tan preciado. Como si ella tuviera la perla de la sapiencia y el Universo le susurra verdades que a nadie más le son confiadas. Y sí, Rita se la cree un poco. Saca a relucir los libros que leyó, frases que anotó y consejos de su padre que ha escuchado en alguno de sus sermones domingueros. Rita quiere saber, no quiere ser inculta. Quiere conocer sobre todos los temas. Quiere ser una persona que acota cosas interesantes y profundas. Rita es así. Es buena piba, es de buena madera, no vayan a pensar mal.



Rita imagina un mundo peor, sí, uno peor que este. Porque para pensar en uno mejor tiene que hacer un esfuerzo tan grande que lo deja para los días en que duerme ocho horas de corrido. Ese día pidan un deseo, porque andá a saber cuándo se repite.


Ella se imagina que no hablará más con su abuelo de temas trascendentes, que no hallará conexión con sus padres ni con sus hermanos el día en que todos crezcan. Eso es lo peor para ella. Porque le molestan las conversaciones cotidianas del tipo: qué vamos a comer, qué hay para tomar, qué remera te compraste, qué te hiciste en el pelo y ese tipo de cosas.


Rita quiere leer, quiere que le hablen de libros buenos, de libros que elevan el ser hacia las nubes. Esos libros que te hacen volar de acá. De la gente que no entiende nada, de gente que no usa la lógica para manejarse, de los que hablan sandeces, de los que molestan y no dejan vivir en paz, de los que exigen y no dan, de los que dan y no se valoran. Puf, cómo le molestan esas cosas. Rita se irrita.



Pero ¿cuándo disfruta Rita? Cuando lee, ya lo dije.


 ¿Y además? Cuando anda en bicicleta, cuando tiene tiempo para dormir, para estar con su amor, con sus dos o tres amigas de verdad, y listo. Ah, hay algo más: ¿sabés cuándo disfruta y se sale de la vaina? Cuando dice lo que piensa y puede hablar; cuando le preguntan y cuando la escuchan, la miran y la nombran bien: Rita. Bien pronunciado. Ahí ella no se irrita. Se siente viva, con sentido. La notaron, la vieron y la llamaron por su nombre. Así es ella, así de simple y compleja. Porque Rita también exagera. Ella es buena amiga, quiere mucho a su mascota y ama a su pareja. Tiene tanta risa para regalar que a veces se le escapa en lugares inadecuados. La miran raro, pero no importa porque le gusta hacer reír y contagiar sonrisas. Exagera la risa y exagera el llanto. Cuando llora Rita, agarráte Catalina. Si se le exige mucho, si se pretende que ella esté en la misa y en la procesión no esperes que sonría, más bien va a llorar y la vas a oír. No la presiones porque los volcanes siempre pueden estallar.



Las catástrofes que elucubra su mente nunca suceden. Una vez, contrató a un par de físicos nucleares para que den cuenta de los hechos que la rodean y, al fin, corroborar que tenía razón. Pero para su asombro, los resultados arrojados fueron que salir dos minutos después no produce el fuego de mil dragones sobre el Obelisco ni un maremoto japonés que cubre el país (Nota: el maremoto japonés sería el conjunto de todas las letras –o figuras- japonesas, que como se las olvidaron en remojo tanto tiempo, hicieron brotar un mar loco y alborotado que podría inundar toda la Argentina).



Rita es buena amiga, no vayas a creer. Se la pasa pensando en sus seres queridos, los quiere y los perdona. Los quiere matar también, no todas las veces, agradece haber aprendido mucho de ellos y se agradece a sí misma el poder desaprender tantas cosas que no le gustan.


Si por casualidad te cruzás a Rita por ahí, no le digas que te conté todo esto. Vos piola, hacéte el sota, como si nada, silbando bajito… a ver si hacemos despertar a algún dragón.  




sábado, 11 de julio de 2015

Despedir



despedir.
(Del lat. expetĕre).
1. tr. Soltar, desprender, arrojar algo. Despedir el dardo, la lanza, la piedra.
2. tr. Difundir o esparcir. Despedir olor, rayos de luz.
3. tr. Apartar o arrojar de sí algo no material.
4. tr. Alejar, deponer a alguien de su cargo, prescindir de sus servicios. Despedir al criado, las tropas. U. t. c. prnl.
5. tr. Dicho de una persona: Apartar de sí a alguien que le es gravoso o molesto.
6. tr. Acompañar durante algún rato por obsequio a quien sale de una casa o un pueblo, o emprende un viaje.
7. tr. Dicho de una costa, de un cabo o de una punta: Extender hacia el mar algún arrecife u otro obstáculo.
8. prnl. Hacer o decir alguna expresión de afecto o cortesía para separarse de alguien.
9. prnl. Renunciar a la esperanza de poseer o alcanzar algo. Despídete de ese dinero.
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¿Qué sensación te produce escuchar o leer la palabra despedir? A mí, una no muy buena. Rara, como si la tristeza me diera una palmadita en la espalda.
Me di cuenta de cuántas despedidas hay en nuestra vida, veamos estas expresiones: chau, adiós, hasta luego, hasta siempre, hasta nunca, nos vemos, hasta mañana, buen fin de semana, son bastante comunes. Algunas las decimos casi a diario, otras en momentos especiales.

¿Por qué percibo que la tristeza me da una palmadita en la espalda cuando leo la palabra despedir? Es porque mi mente evoca una imagen triste: el entierro de mi mamá. Esa fue una despedida, un hasta siempre. Porque, aunque no la vea, ella vive en mi memoria. Ese ritual del adiós a un ser querido que fallece, es uno de los más dolorosos. Creo que uno se llora a sí mismo, porque se queda solo.

Eso es solo una parte de mi historia. Cuando cumplí veinte años, decidí que me iba a independizar, me fui de mi casa hasta hoy. Me despedí de la gente que me rodeaba: mi papá, mi hermana y amigos. Me parece que no hicimos ninguna despedida importante, solo un chau a todos y me fui. El ritual en este caso fue rápido. Nunca más volví a mi casa, armé mi camino en estas tierras y decir adiós tuvo un costo importante. Valió la pena, fue para crecer, madurar y ser quien soy ahora.

También recuerdo mi despedida de soltera. Ese es otro ritual, muy divertido donde entre amigas se dice hasta nunca a la soltería (qué miedo). De un estado civil se pasa a otro y ya no se puede volver al anterior. Es bueno recordar que toda despedida tiene una consecuencia cuando se alejan situaciones, personas o estados civiles. Es una forma de reescribir nuestra vida.

Cuando pronunciamos la expresión de despedida, eso es despedirse. Que lo diga ya tiene un peso en la realidad que exige su cumplimiento. Muchas veces, al hablar por teléfono decimos chau a un amigo y nos quedamos charlando media hora más. Pero tarde o temprano se ejecuta esa sentencia que marcó solo una palabra: chau.

 Hay una costumbre, quizás venga de los europeos, de saludar en la puerta al que se va. Casi todos los veranos de mi vida los pasé en Misiones, en casa de mis abuelos. Cuando llegaba el día en que nos teníamos que volver a Buenos Aires, nos saludábamos todos dentro de la casa: abrazos y besos. Después, nos subíamos al auto y ellos se quedaban en el portón agitando las manos, con forma de ochos en el aire, despidiéndose mientras el auto se alejaba, miraban cómo nos íbamos achicando en el horizonte. Este ritual trata de prolongar la presencia de los demás la mayor cantidad de tiempo posible. Mientras te veo no te fuiste del todo.

¿Te pasó, alguna vez, que tenías visitas en tu casa y no se iban más? Se hicieron las 2 a.m., tus hijos no se duermen, vos no das más de sueño, pero los invitados están con un entusiasmo contando las mil y una aventuras que vivieron cuando se les rompió el caño de la cocina. Qué insoportable. ¿Cómo hacer para que se vayan? No querés ser descortés, es gente que cae bien, solo tenés sueño. No podés pronunciar ninguna de las expresiones de la despedida. Entonces, empezás a caminar, a juntar la mesa, a lavar los platos, a barrer, vas al baño, te sacás el maquillaje, bueno un poco exagerado lo mío, pero algo así. Este tipo de situaciones tienen arreglo, si hay confianza se blanquea que uno tiene sueño y listo.

Me pregunto qué sucede con personas que pululan a nuestro alrededor y a las que queremos decirles un HASTA NUNCA enorme, y no nos sale. ¿Qué hay de situaciones agobiantes a las que les decimos chau, pero con cara de hasta mañana? Y se repiten y se repiten. ¿Qué rituales debemos realizar, con humo, con palabras mágicas, danzas o polvos de colores para que nos apartemos de lo que nos daña? A veces, no alcanzan las palabras para que se efectivice el adiós. Tal vez necesitemos saludar desde la puerta hasta asegurarnos de que esa figura se esfumó en el horizonte.

A cada circunstancia le cabe mejor alguna expresión depende de lo que necesites: soltar, desprenderte, arrojar con violencia, difundir, esparcir, apartar, alejar, deponer a alguien de un pedestal, decir en voz alta la palabra de separación de alguien o renunciar a la esperanza de que algo cambie mágicamente, sin una intervención de tu parte.
La idea de algunas despedidas es mantener una sana distancia para luego volver a acercarnos. Hacer lugar para nuevas situaciones y experiencias. Otras veces, un hasta nunca o un hasta siempre son adecuados. 

Escuchemos nuestra intuición para no traicionarnos, ya lo dijo Cerati en una de sus preciosas canciones: “Poder decir adiós es crecer”. Después de todo, sin despedidas no hay bienvenidas.

martes, 7 de julio de 2015

Crear



Y la tierra estaba desordenada y vacía, 
y las tinieblas estaban sobre la faz del abismo, 
y el Espíritu de Dios se movía sobre la faz de las aguas. 
Y dijo Dios: Sea la luz; y fue la luz. 
Génesis 1:2-3 

crear. 

(Del lat. creāre). 

1. tr. Producir algo de la nada. Dios creó cielos y tierra. 

2. tr. Establecer, fundar, introducir por vez primera algo; hacerlo nacer o darle vida, en sentido figurado. Crear una industria, un género literario, un sistema filosófico, un orden político, necesidades, derechos, abusos. 

3. tr. Instituir un nuevo empleo o dignidad. Crear el oficio de condestable. 

4. tr. Hacer, por elección o nombramiento, a alguien lo que antes no era. U. especialmente referido a dignidades muy elevadas, por lo común eclesiásticas y vitalicias. Fue creado Papa. Será creado cardenal. 

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“Producir algo de la nada”. ¿De la nada? Es curioso que el ejemplo sea el primer versículo del primer libro de la Biblia. Génesis 1:1 En el principio creó Dios los cielos y la tierra. Y el segundo versículo describe cómo estaba esa tierra: desordenada y vacía.

Luego: “Y dijo Dios: sea la luz y fue la luz”. Impresionante, decir algo y que sea. De la nada no fue, hubo palabra, lenguaje, que lleva en sí mismo la creación.

Hay autores, como Humberto Maturana y Rafael Echeverría, que me gustan mucho. Estoy disfrutando del viaje a través de las páginas de sus libros en este tiempo. Una de las cosas que aprendí de ellos es la importancia de nuestro organismo como reproductor, creador y generador de células. Asimismo, todo nuestro ser se puede reproducir y mejor aún autogenerar: creando nuestra vida a través de las palabras. Las cuales nos dan el poder de inventar quien queremos ser, quienes somos y seremos. Cuando alguien te pregunta ¿quién sos? Empezamos a decir algo: somos el relato que contamos de nosotros. Además, somos el relato que los demás cuentan de nosotros. Pero el más importante es el que digo de mí mismo.

Si mis palabras tienen ese poder generador, como dice el texto del primer libro de la Biblia, porque fuimos creados a imagen del Creador (lean Génesis si quieren corroborar), quiere decir que podemos crear mundos e incluso nuestros universos.

Establecer, fundar, introducir algo por primera vez a tu vida podría ser la forma de reinventarte para vivir del modo que te gustaría y comenzar ese camino nuevo que al transitarlo te transforma. Vas sumando y restando luces, sombras, sueños y espacios. Para que surjan ríos, arroyos y corrientes de agua, cascadas y lagunas calmas. Tu interior se va poblando así de vegetación nueva que no tiene nombre, es nueva, la inventaste vos, la creaste, no de la nada sino con tus palabras. Esas palabras que invaden tu universo y tu mundo que nombran a los ríos y a los árboles donde moran pajaritos con diferentes canciones que llevarán el nombre que se te ocurra.

Luego vendrá la tierra firme, no todo es agua se pueden formar los cimientos del mundo con magma interior y dureza exterior para que todo lo que florezca o camine sobre la faz de tu tierra pueda sostenerse.

El alimento y poder de tu mundo surgirá de cuánto proveas vos a tu magma para que tus volcanes hagan erupción en el momento correcto y tus placas tectónicas se entrecrucen cuando precises algún movimiento sísmico para desestabilizar algún área demasiado rígida o que ya no le queda a ese paisaje.

Por las noches, las luciérnagas que precises vendrán a visitarte si lo deseas. Las lumbreras del cielo te saludarán y cantarán alguna canción de cuna o un rock and roll para que puedas danzar al ritmo de tu corazón.

Hacer nacer o dar vida es una cualidad que tiene el lenguaje, eso quiere decir que es generativo. Podés dar nombre a cosas que no existen y de ese modo las hacemos aparecer. Aquí mismo en este papel estoy creando este pequeño mundo que vos estás leyendo, es parte de mi magma de mi fuerza interior que quiero transmitir. No como un volcán sino como un río que nutre la tierra y a su tiempo hace que la naturaleza dé sus frutos.

Las palabras pueden hacer que te levantes o que describas ese pozo donde dijiste que estás. Las palabras que uses dirán más de tu ser de lo que creés. Usálas bien, con conciencia y dedicación, para que tu mundo sea cada día mejor, más parecido a lo que soñás y te hace feliz.

Todo puede cambiar, no hay nada establecido que no puedas modificar, ¿qué es lo peor que puede pasar? ¿Un terremoto, un maremoto, un huracán? Sí, son catástrofes interiores que duelen y se sufren muchísimo. De todos modos, que sean bienvenidos si luego harán florecer lo más genuino de nuestro ser.

Esos animales que te dan miedo o que quieren devorar las margaritas que sembraste con tanto amor, hasta ellos pueden domesticarse. Las sombras que por las noches vienen a cubrir unos ojos que llueven, también se pueden domesticar o aprender a quererlas y convivir con ellas.

No dudes del poder de tus palabras, tanto las buenas como las malas, pueden construirte o derrumbarte. Creá ese mundo que tanto imaginás, esos cielos de colores donde vuelan libres tantas aves cargadas de poesía y esos mares profundos con olas de mil metros que te divierten y te liberan del calor. Los bosques verdes llenos de humedad que te dan aventuras y sueños nuevos. Inventá ríos y arroyos donde saciar tu sed y adonde puedas invitar a otros a servirse. Donde otros puedan tomar prestadas estas palabras para generar su nuevo mundo.

Diseñá maneras de cultivar tus huertas, criar tus animales y amar a tus mascotas. Un mundo donde puedas pararte firme y gritar a los cuatro vientos lo que sos, lo que serás.



lunes, 6 de julio de 2015

Cuentito para grandes



Una niña se negaba a salir de su casa. La madre, la tía, el papá, los hermanos querían llevarla a pasear. Querían que ella conociera lo que era el aire libre, las actividades que todos los de su edad hacían fuera de la casa. Ana, así se llama nuestra protagonista, nunca había dejado siquiera su habitación. Se alimentaba allí, dormía, jugaba con quien quisiera entrar a su cuarto. Lo llamativo de esta historia es que la ciudad donde Ana vivía con su familia era muy famosa por los parques arbolados que poseía. El pasto muy verde y los juegos infantiles que tenía instalados.
      Cierto día, el intendente se enteró de que había una niña que no quería salir de su casa. Se preocupó, no lo entendía y se contactó con la familia. Ellos le explicaron que tampoco sabían el porqué de su negación a conocer el exterior. Juntos idearon un plan para que Anita saliera de su habitación y disfrutara de los parques de su ciudad. Le dirían que los parques estaban en peligro y que una empresa muy grande iría a desforestar cada uno de ellos y los niños no tendrían más lugares donde jugar. Que solamente la empresa detendría su misión si todos, absolutamente todos los niños salieran a jugar juntos el domingo siguiente.
      Cuando le contaron a Ana esta historia, ella se puso muy triste y empezó a llorar. No quería salir, pero tampoco quería que los parques sean destruidos. La continuidad de los parques dependía de ella. No quería que sus hermanitos quedaran sin lugar donde divertirse.
      Sin protestar, el domingo siguiente se puso su mejor vestido y salió junto a su mamá directamente al parque más cercano. Fue el día más feliz de su vida, nunca pensó que tanto verde, pajaritos y niños alrededor le llenarían el corazón de alegría. Pero así fue. A pesar de la mentirita que le dijeron su familia junto con el alcalde, ella les agradeció porque de otro modo nunca hubiera decidido salir de su cuarto ni de su habitación. 

Habrá veces que para salir de alguna situación horrenda que solo nos llama a la reclusión, miraremos el más allá, la vereda de enfrente que precisa una barrida, un vecino, amigo, hermano que necesita una mano que solo nosotros podremos dar y nos tendremos que animar a salir de nuestra casa e ir al alcance de los demás. Una meta mayor que el individuo suele generar buenas acciones.


Paulina



Porque verte es vivir
Vivir es quererte
Quererte es mirarte
Mirar esas risas
Escuchar tus miradas
Sentir tus manitos
Tus risitas y sonrisas
Los arboles te saludan
Sus hojas se inclinan
Sos la vida en un ser
Un ser en nuestra vida
Esperanza que renace
Que perdura
Que llena
Que acaricia toda el alma.
Tu piel tan de nube
Y tus piecitos tan de sol
Que la vida te sorprenda
Para bien, para crecer
Para amar y jugar.
Para reír y ver en otros
Esa pureza que vemos en ti hoy.

Dámaris Pettersson
25/07/2014