narración
Del lat. narratio, -ōnis.
1. f. Acción y efecto de narrar.
2. f. Novela o cuento.
3. f. Ret. Una de las partes en que suele considerarse dividido el discurso, en laque se refieren los hechos que constituyen la base de la argumentación.
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Evito
escribir bajo una emoción muy intensa. No quiero que me gane ni el enojo ni la
alegría ni la tristeza, pero hoy siento todas esas cosas al mismo tiempo. Si
pudiera escanear mi cuerpo y cerebro, imagino que se verían de muchos colores,
moviéndose, apagándose o prendiéndose como flamas.
La
muerte en estos días vino a tocar nuestra puerta. La puerta de mi familia,
quiero decir. Se llevó a la segunda esposa de mi papá. La primera fue mi madre,
hace quince años. No sé si hay narración posible para explicar la sensación de
vacío que se siente. Como caer en un pozo que no tiene fondo, o querer salir de
uno y no encontrar la abertura hacia el exterior. Escalando unos muros
interminables, hechos de preguntas sin respuesta y de reproches, de lágrimas y
más reproches. Mi explicación sería algo así.
Me
enojé mucho, pasó esto hace exactamente una semana. Es que frente a la muerte,
a ese segundo de falta de respiración no podemos hacer nada. Impotencia. Nada.
No hay más que hacer que mirar un cuerpo. Es horrible si lo escribo, sí. Pero
de esto sí quiero hablar. La muerte se llevó a más personas en mi familia de
las que me gustaría contar. En primer lugar, nombro a mi mamá: Sara. No
recuerdo el orden de sus muertes perfectamente, sí los recuerdo a ellos: mi
prima Laura, abuela Domka, abuela Duinka, primito Eber, tía Dina, tía Antonia,
tía Nadia (no la conocí), abuelo Basilio, primos Marusha, Pablo y Marta.
La
verdad es que según mi educación cristiana yo debería estar esperanzada. No lo
estoy. No creo que haya nada después, o al menos nadie me lo puede comprobar.
Ojalá que sí. Un cielo, eterno, donde todos están sanos sin llanto ni dolor. No
lo sé. Antes lo diría convencida, hoy no puedo. Pienso en tantas personas que
conozco a quienes les falta un padre o ambos. Es tan doloroso. Frente a la
muerte uno hace lo que puede. Sigue adelante o se deprime. Depende qué cuento
inventamos en nuestra cabeza para transitarlo y por eso es que de esto sí se
debe hablar. Yo extraño a mi abuela, por ejemplo. Extraño a mi mamá, qué se sentiría
abrazarla hoy o que abrace a mi hija. Pero no están, no existen más. Solo en
mis recuerdos.
Cuando
nos reunimos “los que quedamos” de mi
familia, no hablamos de los muertos. No hablamos del dolor, de lo que cuesta
seguir. Pero seguimos, avanzamos y está bien, tampoco vamos a vivir metiendo el
dedo en la llaga. Pero me gustaría decir algo, en honor a ellos. No me sirve
solo pensar que “están en el cielo” y… ¿si no están? … o ¿si no voy? Quiero
traerlos a mi memoria, que al menos estén en medio de las palabras, de nuestras
conversaciones. Sé que no será posible en la familia que me tocó poder decir
todo esto tan libremente, siempre alguno me cuestionará mi falta de fe o
aumentarán mi tristeza con su pesimismo.
La
verdad es que no tenemos una respuesta, no tenemos una narración universal
válida que nos sirva para atravesar tanto dolor. Sí tenemos una narración
personal válida. Una que construimos para retener a quienes se fueron o para
dejarlos ir en nuestra mente. Yo los quiero retener, con pocos recuerdos buenos
para dejar lugar a todo lo nuevo que todavía me queda por delante, pero sí
quiero hablar de ellos, de la insaciable muerte que nos espera a todos.
No
pretento ser ni optimista ni pesimista respecto del tema. Solo quería traerlo,
porque está en mi cabeza, en mi vida y en mi familia. ¿Qué le atraerá de
nosotros, no? Dos desgracias iguales a una misma persona. Familia llena de
ausencias.
Solo
me queda decir que ya entendí, señora muerte. Ya entendí que el tiempo vuela,
que hay que disfrutar cada momento y conectarse con el aquí y ahora. Por favor,
no se lleve a nadie más. Déjenos vivir un tiempo. Vivir, sin tenerla tan
presente. Ya captamos el mensaje.
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