jueves, 7 de septiembre de 2017

De esto no se habla

narración
Del lat. narratio, -ōnis.
1. f. Acción y efecto de narrar.
2. f. Novela o cuento.
3. f. Ret. Una de las partes en que suele considerarse dividido el discurso, en laque se refieren los hechos que constituyen la base de la argumentación.
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Evito escribir bajo una emoción muy intensa. No quiero que me gane ni el enojo ni la alegría ni la tristeza, pero hoy siento todas esas cosas al mismo tiempo. Si pudiera escanear mi cuerpo y cerebro, imagino que se verían de muchos colores, moviéndose, apagándose o prendiéndose como flamas.
La muerte en estos días vino a tocar nuestra puerta. La puerta de mi familia, quiero decir. Se llevó a la segunda esposa de mi papá. La primera fue mi madre, hace quince años. No sé si hay narración posible para explicar la sensación de vacío que se siente. Como caer en un pozo que no tiene fondo, o querer salir de uno y no encontrar la abertura hacia el exterior. Escalando unos muros interminables, hechos de preguntas sin respuesta y de reproches, de lágrimas y más reproches. Mi explicación sería algo así.
Me enojé mucho, pasó esto hace exactamente una semana. Es que frente a la muerte, a ese segundo de falta de respiración no podemos hacer nada. Impotencia. Nada. No hay más que hacer que mirar un cuerpo. Es horrible si lo escribo, sí. Pero de esto sí quiero hablar. La muerte se llevó a más personas en mi familia de las que me gustaría contar. En primer lugar, nombro a mi mamá: Sara. No recuerdo el orden de sus muertes perfectamente, sí los recuerdo a ellos: mi prima Laura, abuela Domka, abuela Duinka, primito Eber, tía Dina, tía Antonia, tía Nadia (no la conocí), abuelo Basilio, primos Marusha, Pablo y Marta.
La verdad es que según mi educación cristiana yo debería estar esperanzada. No lo estoy. No creo que haya nada después, o al menos nadie me lo puede comprobar. Ojalá que sí. Un cielo, eterno, donde todos están sanos sin llanto ni dolor. No lo sé. Antes lo diría convencida, hoy no puedo. Pienso en tantas personas que conozco a quienes les falta un padre o ambos. Es tan doloroso. Frente a la muerte uno hace lo que puede. Sigue adelante o se deprime. Depende qué cuento inventamos en nuestra cabeza para transitarlo y por eso es que de esto sí se debe hablar. Yo extraño a mi abuela, por ejemplo. Extraño a mi mamá, qué se sentiría abrazarla hoy o que abrace a mi hija. Pero no están, no existen más. Solo en mis recuerdos.
Cuando nos  reunimos “los que quedamos” de mi familia, no hablamos de los muertos. No hablamos del dolor, de lo que cuesta seguir. Pero seguimos, avanzamos y está bien, tampoco vamos a vivir metiendo el dedo en la llaga. Pero me gustaría decir algo, en honor a ellos. No me sirve solo pensar que “están en el cielo” y… ¿si no están? … o ¿si no voy? Quiero traerlos a mi memoria, que al menos estén en medio de las palabras, de nuestras conversaciones. Sé que no será posible en la familia que me tocó poder decir todo esto tan libremente, siempre alguno me cuestionará mi falta de fe o aumentarán mi tristeza con su pesimismo.
La verdad es que no tenemos una respuesta, no tenemos una narración universal válida que nos sirva para atravesar tanto dolor. Sí tenemos una narración personal válida. Una que construimos para retener a quienes se fueron o para dejarlos ir en nuestra mente. Yo los quiero retener, con pocos recuerdos buenos para dejar lugar a todo lo nuevo que todavía me queda por delante, pero sí quiero hablar de ellos, de la insaciable muerte que nos espera a todos.
No pretento ser ni optimista ni pesimista respecto del tema. Solo quería traerlo, porque está en mi cabeza, en mi vida y en mi familia. ¿Qué le atraerá de nosotros, no? Dos desgracias iguales a una misma persona. Familia llena de ausencias.

Solo me queda decir que ya entendí, señora muerte. Ya entendí que el tiempo vuela, que hay que disfrutar cada momento y conectarse con el aquí y ahora. Por favor, no se lleve a nadie más. Déjenos vivir un tiempo. Vivir, sin tenerla tan presente. Ya captamos el mensaje. 

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